Primavera de aprender que las flores y la brisa tardan en llegar tanto como la lluvia quiera; que por mucho que suframos de inundaciones, en agosto nos contarán que los pantanos están en déficit. Primavera trompetera de soltar tus manos y dejarlas acariciar; de leer el articulo de los domingos sin resaca y a lo loco. Primavera con nuevo Papa, sabor a ensalada y piña exótica, con un puntillo de Crianza, Ribera o Rioja, a tu elección. Primavera de la mayor confianza en el terreno más vertiginoso, y qué suerte...
Sal y deja espacio, cierra y ya volverás, quien bien te quiere siempre te va a buscar. Y es en primavera todo eso de que la sangre se altera, y nos obnubilamos con el primero que coincide con un nuevo rayo de sol. Es justo ahora cuando me enseñaron que los flechazos y el amor a primera vista no vienen predeterminados por lo que vemos de la otra persona, sino por lo que desconocemos de nosotros mismos. Y cuánto camino habríamos avanzado si hubiéramos sabido desde el principio que la incoherencia de estar enamorado reside en eso que arrastramos sin saberlo. Suerte que no pesa...
Eso sí, nada tan bonito como pensar que la otra persona encaja perfecta y casualmente con todo lo que siempre buscamos, que nosotros no tenemos nada que ver en que nos encante hasta su cara de buenos días, maldito lunes. Es mucho más bonito así, pensando que el mundo ha conspirado para regalarnos una bonita historia, ¿gracias a la primavera? quién sabe, pero de momento no importa que no llegue a rollito invernal.
Eso es lo bonito, sin desvirtuar lo que tiene su mayor virtud en el momento. Sin razones para sentimientos así; sin razonamientos que lo harían como ir al cine un martes por la mañana; como descubrir que la canción que te hizo llorar la noche anterior, al día siguiente no te interesa; como abrir un cajón y encontrar una foto de la drogadicta de las esquinas, cuando tenía diez años y era tu mejor amiga; como ver a tu mayor ídolo en la cola de la panadería; como el escenario del teatro viendo como el sol atraviesa el polvo a la hora de barrer, como el vacío cuando cobras por algo que odias; como dejarte venir conmigo, sabiendo que cuando se acabe la magia vas a estar con una mujer como yo... y ya no habrá más primavera.
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