"No existe el amor, sino las pruebas de amor, y la prueba de amor a aquel que amamos es dejarlo vivir libremente"En el mismo momento en que consideramos a alguien parte de nosotros, vivimos con el miedo irrefrenable de perderle. No es nada malo; es como perder un pendiente de tu par favorito, pero elevado a la millonésima. El simple hecho de pensar algo tan sencillo como que es otro quien le da los buenos días, o recibe su más sincera sonrisa, nos puede producir urticaria, ira, tristeza, impotencia, rabia o incluso todo a la vez. Activamos nuestro sistema frente a amenazas: cuando una tercera persona puede ofrecer algo mejor que nosotros; cuando puede conseguir eso que tanto nos cuesta mantener.
El problema de los celos no es lo que los demás puedan ofrecer, sino cuánto estás tú dispuesto a dar. Si realmente estás seguro de ti mismo, ¿por qué dudar? Si tienes en tu mano la llave para hacer que esa persona se enamore de ti día tras día ¿qué puede encontrar mejor?
Está comprobado que quien quiere permanecer a tu lado, no se irá nunca, y que, en ciertas ocasiones, tener algo pasajero no hace más que recordarnos, una vez más, dónde queremos estar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario