Poseemos una cápsula diminuta dentro de nosotros, transparente, redonda y muy resistente. Posiblemente compuesta por el mismo material que los sueños.
En esa cápsula vamos almacenando recuerdos a lo largo de nuestra vida, recuerdos de todo tipo, recuerdos que no podemos seleccionar. Sería una sistema perfecto si nosotros mismos decidiésemos lo que entra y lo que no, aunque de igual manera sería mucho más fácil que la cápsula fuera ilimitada. Por desgracia no es así...
Llega un momento en que los viejos recuerdos deben dar paso a los nuevos, y ese material resistente que compone la cápsula expulsa lo que se va quedando atrás... Por suerte, los momentos que realmente nos han hecho felices tienen más fuerza, y se aferran con "uñas y dientes" para no dejarnos sólos.
Según esto, cuanto más vivimos, más instantes de felicidad acumulamos, que se convierten en recuerdos, que se aferran a nosotros; que quitan espacio a los malos momentos, que desaparecen, que se olvidan...
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