Intentó desnudarse por completo, pero no logró soltar el nudo que tenía en la garganta.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Y ahora...
Han hecho falta dos meses para percatarme de casi todos sus gestos. Y sólo un segundo por cada gesto para darme cuenta de todo lo que le odio. Puede parecer extraño... pero si. Odio la forma en que evita que se le escape la sonrisa, cuando es evidente que sonríe; odio que no deje que mis manos estén congeladas las 24 horas del día, y la forma en que no acepta que esté enfadada sin más e intenta animarme por todos los medios; odio que sus ojos sean tan negros que me resulte inevitable perderme en ellos... Pero sobre todo, por encima de lo demás, odio odiarle tanto como para no saber distinguir entre el propio odio, y su contrario.
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